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La chica del tren: libro o película

La chica del tren era una de esas películas que me gustan, pero no me entusiasman. Algo me chirría, mucho cogido por los pelos, poco bien agarrado, algo tropezada… pero esta no es una crítica cinematográfica. Es la casi recomendación de un libro.


¿Casi? Sí, porque lo he disfrutado. No, porque me cojea.





Perfilando sus rostros


La chica del tren, a diferencia de su película, nos planta unas protagonistas bastante menos edulcoradas. El alcoholismo de Rachel es una fuerte batuta que nos llega a desesperar, emoción acertada para este tipo de relato. Una buena baza expuesta de un modo muy real y crudo, casi un personaje más pues, como todo buen secundario, llega para condicionar buena parte de la trama.


Los grises de Anna también resultan muy interesantes. Es un personaje mucho mejor tratado que el que conocemos interpretado por Rebecca Ferguson en el film. Sin embargo, su cierre es brusco sin que lleguemos a comprender del todo las motivaciones de este personaje, ni en un sentido ni en el contrario, repentinamente expuesto durante el inicio del desenlace de la novela.


Rostros desfigurados


Sin embargo, nos topamos con una Megan casi idéntica a la de Haley Bennett en la cinta. Incluso puede que tenga menos protagonismo en página que en fotograma. La ventaja de Megan en la película es lo visual: cuando Megan predomina, la humedad y lo grisáceo invade la secuencia, casi podemos oler el aire denso y asfixiante con aroma a moho, esto crea una empatía muy personal. Al finalizar el visionado este ambiente es el que más impregnado queda en nuestras mentes. Esto no termina de conseguirse en su lectura. Apenas es un hilo conductor que roza el demasiado manoseado ya deus ex machina en un desenlace que la propia Megan inaugura con una calidad narrativa algo intermitente.





Sobre los personajes secundarios, que se resumen en Tom, Cathy y Scott podemos esperar lo habitual. Un poquito más de ellos en el libro, sin que esto manipule la trama de ningún modo. Es decir, sabemos más de Cathy, pero todo lo que no salpique inmediatamente en la trama de Rachel es información demasiado irrelevante como para prestar atención. El caso de Tom y Scott, los dos personajes masculinos predominantes en la trama de sus protagonistas, es muy similar. Puede que todo esté más acentuado en la novela, pero apenas lo bastante como para que valga la pena la lectura por ellos.




Conclusión


En definitiva, si la película La chica del tren te gustó y la disfrutaste de un modo meramente lúdico, no te recomiendo la lectura del éxito de ventas que provocó su adaptación. Si esto fuera la crítica de la película, acabo de darte un buen motivo para verla. Pero, centrándonos en el libro… No. No recomiendo su lectura simple y llanamente porque lo poco por descubrir que dejó su adaptación de la mano de Tate Taylor no vale las horas de lectura que podemos emplear en algo nuevo y fresco.


Eso sí, si estás aquí por casualidad y sin conocimiento de la existencia de dicha película, tienes una lectura amena, ligera, interesante y en alguna ocasión incluso algo intrigante. Una estupenda lectura de verano. Sin más.

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